Cada persona es única y diferente, por su trayectoria vivida, por su situación presente y por sus deseos de futuro. Todos tenemos recuerdos, nuestras vidas están llenas de acontecimientos, experiencias y acciones que quedan guardados en nuestra memoria, entrelazados, centrados en etapas de la infancia, recuerdos de la adolescencia, juventud, y otros más recientes. Todas estas fuentes de vivencias pueden ser rescatadas por medio de objetos, sonidos, fotografías, música, dibujos, olores,… Recordar nos permite sentirnos bien compartiendo vivencias y emociones, nos permite darle un valor a la experiencia pasada, así como fijar los referentes personales presentes y hacia el futuro. Pero, en ocasiones, cuando una persona mayor ingresa en una residencia, nos olvidamos de su vida previa, nos centramos en valorar e intervenir de manera más directa, simplemente, teniendo en cuenta su historia clínica y no su historia de vida.
Podríamos definir Historia de Vida, como la narración o relato de los acontecimientos más significativos de nuestras vidas, desde que nacemos hasta el momento en que los estamos ordenando cronológicamente, recordando de dónde venimos, nuestra familia, el contexto social, cultural, político y económico que nos ha tocado vivir y todos aquellos acontecimientos o experiencias que nos han marcado a lo largo del tiempo.
Cuando envejecemos, especialmente, en los últimos años de nuestra vida, es probable que estas historias vitales ya estén prácticamente construidas y consolidadas. El valor que otorgamos a diferentes aspectos de nuestra vida se manifiesta en los recuerdos narrados y mostrados, y es aquí donde prestamos importante atención, puesto que con la historia de vida pretendemos entender la identidad de la persona, y por tanto, lo que lo individualiza y caracteriza. Identidad e Historia de Vida están estrechamente relacionadas como una construcción personal y como un producto cultural del día a día. Llevando a cabo un modelo de atención comprendiendo a la persona desde su propia identidad.
Mediante la Historia de Vida conseguimos información relevante en la personalización de la intervención y del tratamiento asistencial cuando una persona ingresa en nuestro centro, acorde a su proyecto de vida, teniendo en cuenta su pasado, su presente y su futuro, siendo participe de ello. Conseguimos dar respuesta a necesidades más allá de las básicas (fisiológicas y de seguridad) contribuyendo a mejorar en las personas su aceptación social, autoestima y autorrealización. Buscamos adentrarnos lo más posible en el conocimiento de la vida de la persona, realizar la historia de vida nos permite captar los procesos y las formas como la persona percibe el significado de su vida social, y por tanto, es posible corroborar el sentido que tiene la vida para ella.
La Historia de Vida debe realizarse con todas las personas, sin exclusión alguna, así por ejemplo en la atención de personas con Alzheimer u otras demencias, nuestra atención va más allá de la historia clínica, de la estimulación cognitiva como tal, sino que su historia vital nos permite avanzar con diferentes herramientas para poder respetar su identidad personal y su autonomía. La implantación de esta metodología de atención tiende entonces a humanizar la relación profesional, y a promover y mejorar la calidad de vida.
Marta Puerta Sáez
Trabajadora Social
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